martes, 29 de enero de 2008

EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN EN OCCIDENTE
(Ver nota al final)

Ismael Vidales Delgado
1.- Origen de la palabra educación
La palabra educación entraña una conceptualización difícil dada la diversidad de acepciones y la evolución de las acciones y enfoques que le son consustanciales. Una aproximación vulgar la define como “una cualidad adquirida consistente en la adaptación de los modales externos a determinados usos sociales”, en tanto que en el otro extremo, tenemos una concepción ceñida a la ética religiosa. Ambas posiciones aportan muy poco a la idea que hoy se tiene de educación.
Etimológicamente la palabra educación significa “evolución de dentro hacia fuera” ya que deriva de las voces latinas ex y duco. Sin embargo las aportaciones epistemológicas más serias tienen una aspiración común: la perfección, así lo expresa Rousseau al hablar de la felicidad de Sofía y Emilio como obras de la educación, así lo expresa también H. Spencer cuando habla de “dirigir la inteligencia con el fin de preparar al hombre para vivir una vida completa.”
Los fines y metas de la educación, evolucionan y responden a las aspiraciones de la sociedad patrocinante y habrán de lograrse a través de la Pedagogía, entendida ésta como “ciencia de la educación”.
La palabra pedagogía viene de la raíz griega paidos que significa niño, y logos, que significa tratado. Por lo tanto, el pedagogo es una persona que conoce acerca de los niños y sabe conducirlos apropiadamente, de acuerdo con el modelo determinado por la sociedad.
En Egipto, Babilonia, Persia, en las culturas precolombinas del continente Americano, la educación estaba supeditada a los intereses religiosos y a las tradiciones; la instrucción carecía de estructura formal y sus tareas principales, en las clases pobres, estaban a cargo de la familia. En las clases ricas estas tareas se asignaban a esclavos, maestros, sacerdotes o artesanos que desempeñaban su labor en los palacios, templos y domicilios particulares.
En China e India, debido al dominio de las ideas confucionistas y budistas, la educación, en algunos momentos, estuvo orientada al desarrollo y fortalecimiento de los valores interiores, dentro de un rígido sistema social. Distinta fue la situación en Grecia, antecesora de la civilización judeo cristiana occidental.
2.-La educación en Grecia
Se calcula que fue hacia el siglo V a.C. cuando florecieron las ciudades helénicas; con ellas nacieron las bases de un sistema educativo del que hemos heredado algunas premisas importantes: los griegos concibieron la educación como un proceso de integración del ciudadano en la polis (ciudad-estado).

En Esparta se privilegiaba la formación física, militar e intelectual bajo rígidas reglas de disciplina. El joven era preparado principalmente para defender con las armas a su ciudad, aunque también recibía instrucción artística (música, danza, canto), gimnasia y deporte. Las prácticas educativas en Esparta se enmarcan en la disciplina y la rudeza propias del ejército.
En Atenas, la educación se orientaba al cultivo del cuerpo, la mente y el espíritu. La escuela promovía el uso del razonamiento y la crítica en constantes eventos públicos. El estado era el gran regulador de la educación, pero se respetaba la ingerencia cívica y moral de los padres sobre los hijos.
Con el incremento de la complejidad social, surge la necesidad de encargar la educación a personas e instituciones especialmente designadas para tal fin, y en un principio estas fueron esclavos o ex esclavos. El instructor de los niños pobres recibía el nombre de paidotriba o golpeador de niños lo cual nos indica la rudeza con la que se ejercía la enseñanza; en contraste, la decencia, la moderación, las leyes, la religión y la moral eran atendidas por un magistrado al que se llamaba sofronista.
En términos generales en las ciudades-estado helénicas, hacia los siete años empezaba la paideia (formación integral de la persona), encargando esta función al pedagogo, que usualmente era un esclavo anciano que acompañaba al niño a la escuela donde aprendía música, literatura y gimnasia. El gramático les enseñaba a leer y escribir y los rudimentos de la aritmética.
La educación para los niños ricos giraba en torno a las prácticas del gimnasio y la música, literatura, filosofía y arte. El niño recibía enseñanza para aprender a leer, escribir, cantar y tocar la lira. Mucho tiempo lo pasaba en la palestra y el gimnasio aprendiendo a luchar, correr, nadar, y lanzar el disco o la jabalina. A los siete años los niños eran separados de su madre y permanecían en la milicia hasta cumplir los treinta. Durante ese tiempo aprendían a leer, escribir y a desenvolverse en las demás actividades que el régimen establecía para los varones, entre ellas la capacidad de sacrificio y la resistencia al dolor. A los dieciocho años el muchacho ingresaba en la nomadelfia donde se educaba para la guerra y la administración pública; paralelamente prestaba su servicio militar que terminaba a los veintiún años. Al terminar este proceso, regresaba a la sociedad para formar un hogar y servir a la patria; permanecía disponible para servir en la milicia hasta cumplir los sesenta años.
Las mujeres debían desarrollar actividades propias del hogar, hasta llegar a la edad en que podían casarse con quien el padre negociara la dote matrimonial.
De esta etapa podemos concluir que el paradigma educativo privilegiaba a los varones ricos y poco hacía por los pobres y las mujeres. Lo importante para los hijos de la aristocracia era perfeccionar el cuerpo, el espíritu y prepararse para gobernar; en cambio los hijos de personas pudientes pero no aristócratas debían prepararse para servir en el ejército a su patria.
Existían dos tipos de escuelas: por un lado el ejército y por el otro la palestra, el gimnasio y la namodelfia. Había dos clases de maestros: el esclavo y el paidotriba.

El alumno era considerado como un homúnculo o adulto en miniatura por lo que su educación incluía mucha rudeza, disciplina y responsabilidades de los mayores a temprana edad.
Los fines de la educación eran simples: servir al ejército, a la patria, cultivar el cuerpo y el espíritu.
Los contenidos educativos eran los que servían a la milicia, la administración pública, música, arte, filosofía, literatura y estética del cuerpo.
La metodología se centraba en la exposición, el verbalismo, el entrenamiento directo o el reposo y la contemplación dirigidos.
3.- La educación en Roma
El pensamiento pedagógico de los griegos influyó en los romanos, que aunque tenían coincidencias también albergaban diferencias notorias. En Roma los contenidos educativos eran determinado de alguna forma por los hombres de la comunidad de acuerdo con sus expectativas como pueblo, de tal forma que el compartir experiencias de padres a hijos era prácticamente una estrategia pedagógica, una especie de laboratorio en el que los niños experimentaban tempranamente su ciudadanía. Variaban los contenidos (agricultura, lengua escrita, conocimiento de su cultura, para los niños de familias no aristócratas), pero prevalecía la experiencia como estrategia de enseñanza. La política, el comercio, la milicia y la administración pública eran los grandes referentes en los diferentes niveles de enseñanza.
Los niños de Roma se formaban básicamente en la familia, la tradición y las costumbres de sus mayores. A los siete años el litterator les enseñaba a leer, escribir y contar. Trabajaban sobre tabillas de cera y sabían usar el ábaco. Hacia los trece años pasaban con el grammaticus para aprender literatura griega y latina, gramática inicial, aritmética, geometría, astronomía y música. La educación superior se impartía en las escuelas de retórica y de oratoria; en ellas se enseñaba filosofía, historia, crítica literaria.
El más completo plan educativo romano fue elaborado por Quintiliano, orador y pedagogo, que en doce volúmenes dio forma a la obra Institutio oratoria, en la que se ocupó de las teorías de la motivación, la psicología infantil y los métodos de enseñanza.
Los griegos y los romanos tenían claridad sobre los fines y metas de la educación, los contenidos, las instituciones, las metodologías y los recursos para la enseñanza.
Durante muchos años, la educación en el mundo conocido en esa época estuvo ceñido por los modelos griego y romano, incluso la escuela de la Edad Media funcionaba con un sistema organizacional heredado de la experiencia greco-romana. Las instituciones educativas de la iglesia cristiana preservaron los elementos de la pedagogía greco-romana. El cristianismo añadió a la pedagogía grecorromana el concepto de formación integral (inteligencia, voluntad y sentimientos) a partir de la creencia de que todos los hombres son

libres e iguales ante Dios. En las escuelas cristianas se trabajó, más que por el conocimiento, en la creación de patrones de conducta agradar a Dios y salvar el alma. Es posible que la síntesis de la pedagogía cristiana haya quedado plasmada en las obras de san Agustín De doctrina cristiana y De magistro, en las que logró unificar las corrientes educativas de su época y aportó las ideas pedagógicas que trascenderían los siglos siguientes.
4.- La educación en la Edad Media
Al caer el Imperio Romano la iglesia católica se dio a la tarea de fundar infinidad de escuelas para formar monjes y sacerdotes; éstas fueron las escuelas episcopales o de las catedrales dirigidas por el obispo, y las escuelas monacales que funcionaban al amparo de los monasterios. Algunas formaron importantes bibliotecas con acervos grecorromanos.
Durante un largo periodo la iglesia católica fue introduciéndose en todos los estamentos sociales, y por ende el de la educación, redimensionándola bajo su particular visión y determinándola en sus contenidos, fines, recursos y docentes. Contrario a la visión grecorromana, el cuerpo, la belleza, el arte, la fuerza y la estética no tenían relevancia en la escuela católica, para quien el espíritu era lo importante, el cuerpo la negación.
La escuela de la Edad Media, bajo la dirección eclesial, está preocupada por el espíritu, trabaja para modelarlo y someterlo al agrado de Dios, privilegia la escuela silenciosa y de auto flagelo, la humildad y el sacrificio como métodos de preparación para la vida eterna. La vida externa, el contacto con la naturaleza, la experimentación y el razonamiento no son tolerados, porque el dogma de la fe se ha instaurado en las aulas que más replican la vida monástica que el ambiente de luz, movimiento, alegría y preguntas constantes que caracterizan a los niños. La educación es por lo tanto dogmática, verbalista, memorística, sustentada en los saberes del maestro (magíster dixit – lo dijo el maestro y no se pone en duda) y en la condición de homúnculo (adulto en miniatura) que hace posible en el niño cualquier tipo de aprendizaje instalado en su cabeza, que no en su sensibilidad ni entendimiento, usualmente a base de castigos de todo tipo (“la letra con sangre entra”).
La “escuelas” estaban atendidas por “maestros”; los contenidos eran seleccionados cuidadosamente por la Iglesia, destacándose el latín, la retórica, la aritmética elemental, los cantos religiosos; en niveles avanzados se impartía gramática, dialéctica, geometría y astronomía.
El control de la Iglesia llegó a tal extremo que ella determinaba qué estaba permitido enseñar, a quiénes se les podía enseñar, cuánto de cada materia, y en dónde se les debía enseñar. El resultado es adivinable: la mayoría de la población era analfabeta; el segmento de la población educado era aristócrata o del clero. El exceso llegó a la elaboración de listados de libros que estaba permitido leer y libros prohibidos (Index), algunos condenados a la hoguera junto con sus autores y hasta algunos lectores.
Las escuelas, episcopales y monacales, -que mencionamos antes- elaboraron sus programas sobre la base de las siete artes liberales: el trivium (gramática, retórica, dialéctica) y el cuadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Este era el plan de estudios

obligatorio en la Edad Media. En tiempos de Carlomagno, surgieron las escuelas palatinas para los hijos de los ricos; las parroquiales y las catedralicias.
Las escuelas seglares surgen como consecuencia del feudalismo, en el momento en que los señores feudales tuvieron la necesidad de educar a sus hijos, especialmente en el modelo de educación “caballeresca” de clara orientación clasista.
Las escuelas gremiales, surgieron como consecuencia del auge comercial y la artesanía que planteó la necesidad de formar artesanos y aprendices de oficios diversos, en estas escuelas se enseñaba también lectura, escritura y cálculo.
Las universidades surgen en los siglos XII y XIII como continuación de las escuelas monacales y catedralicias. En un principio estuvieron bajo el dominio de los escolásticos (nombre que se daba a los teólogos y filósofos medievales) y dedicadas al el estudio de la filosofía de manera preponderante. Destacan en esta época santo Tomás de Aquino y Juan Duns Escoto.
5.- La educación en el Renacimiento
Rompiendo con los viejos moldes de la Edad Media, en el Renacimiento emerge con fuerza inusitada la cultura clásica y la ciencia; renace la confianza en las grandes posibilidades humanas. En la educación popular se mantiene el trivium en tanto que el cuadriviaum fue enfocado a la investigación y la experimentación científica. Entre los siglos XV y XVI surgieron importantes pensadores con ideas para la renovación pedagógica, entre otros Erasmo de Rótterdam, Michel de Montaigne y Luis Vives que impulsaron la idea de cultivar al ser humano integralmente, es decir, brindarle una educación capaz de responder a sus intereses físicos, mentales, estéticos y espirituales.
En el siglo XVI surge Martín Lutero, el más influyente reformador protestante, que propugnaba porque los padres de familia mandaran a sus hijos a la escuela, y que ésta fuera impartida gratuitamente por el estado. En tanto que los jesuitas (orden fundada por san Ignacio de Loyola) crearon escuelas sustentadas sólidamente en la filosofía, la teología y el pensamiento clásico; otras órdenes religiosas se dedicaron a dar atención y educación a los niños desvalidos.
En 1657 el clérigo, pedagogo y humanista checo Juan Amós Comenius escribió la “Didáctica Magna o Tratado universal de enseñar todo a todos.” Junto con Ratichius son considerados los representantes de la pedagogía tradicional, caracterizada porque se sustenta en las premisas de método y orden con el maestro como centro de la educación, sin relevancia para el alumno y la ciencia, de tal forma que el castigo se legitima como medio para lograr los aprendizajes (el fin justifica los medios).
La escuela tradicional establece lo que inamoviblemente debe aprender el niño, utiliza un solo método con todos y siempre: la exposición, la memorización y los golpes. La naturaleza nada tiene que ver con el salón de clases. La escuela está prácticamente divorciada de la realidad. Si algo se pudiera rescatar de Comenius y Ratichius es que postularon una escuela única y plantearon la escolarización a cargo del Estado para todos

los niños sin discriminación. Se opusieron a que los niños aprendieran el latín antes que la lengua materna y recomendaban que los ejemplos se tomaran de la vida real y no de la imaginaria prescriptiva del maestro. La escuela tradicional no es algo que haya terminado con el paso del tiempo, es una práctica que hoy mismo puede estar perfectamente instalada en miles de salones de clase.
La estructura agraria tradicional y la organización urbana de tipo gremial heredadas de la Edad Media nunca exigieron la existencia de una verdadera red escolar con fines, contenidos y esquemas de organización inteligibles, la escuela estaría enfocada principalmente a las clases dirigentes, en tanto que las clases pobres, y muy especialmente los varones, cuando tenían la posibilidad de asistir a la escuela era para adquirir las primeras letras, catecismo y cuentas aritméticas; las mujeres aprendían algo de bordado y encajes. Los aprendizajes realmente valiosos para las clases populares se adquirían en el seno de las organizaciones gremiales (aprendices) o por costumbres y tradición, enmarcados en una rígida formación moral a cargo de la familia y la Iglesia institucional.
6.- La Escuela Nueva
En los siglos XVII y XVIII surgieron pensadores de la talla de los ingleses Francis Bacon y John Locke que impulsaban el empleo del razonamiento, la observación y la experimentación en las escuelas para inculcar conocimientos verdaderamente valiosos. Uno de los más influyentes pedagogos fue el polaco Juan Amós Comenio quien escribió la obra Didáctica Magna en la que desarrolló una metodología para cada nivel educativo y se pronunciaba por el uso de los sentidos en la enseñanza-aprendizaje. De hecho las ideas pedagógicas de otros pensadores iban en el mismo sentido, es decir, por sustentar la educación en la observación de la naturaleza y en el respeto a los intereses del niño, a fin de contrarrestar el intelectualismo de la Edad Media. Pudiéramos decir que en general los pedagogos del siglo XVII impulsaron una educación “natural” basada en el retorno a la naturaleza y el ajuste de las materias y métodos de enseñanza a la psicología del niño.
El representante más genuino de de este “naturalismo” de la educación fue el ginebrino Jean-Jaques Rousseau, autor de la obra Emilio, en la que exponía cinco etapas de la psicología infantil que deberían corresponder a cinco fases de la educación. Las ideas de Rousseau influyeron en el humanista suizo Johann Heinrich Pestalozzi, quien propugnaba la educación como factor del desarrollo integral de las facultades del niño, además abogó por una educación activa, en contacto con la naturaleza y con la experiencia directa. Al inicio del siglo XIX las ideas de Pestalozzi se esparcieron por toda Europa y llegaron a los Estados Unidos por conducto de William Maclure, derivando en la creación de los Jardines de Niños.
Otros pensadores cuyas ideas incidieron en la educación, fueron: el inglés Herbert Spencer quien fundamentaba los principios y medios educativos en el conocimiento de las leyes naturales, físicas y psíquicas; el francés Emile Durkheim, quien proponía el sustento sociológico; el estadounidense John Dewey se pronunciaba por una educación pragmática y progresista y una escuela realmente socializadora del niño sustentada en el “aprender haciendo”; el español Francisco Giner de los Ríos proponía una educación naturalista y liberal sustentada en el diálogo y la convivencia; en tanto que el alemán Wilhelm Wundt

contribuyó para que los métodos de enseñanza se apoyaran en bases científicas, creando el primer laboratorio de psicología experimental en Leipzig.
A finales del siglo XIX la ciencia y la tecnología habían logrado avances importantes, el predominio de la fe como principio y fin de la educación escolar empezaba a cuestionarse seriamente. Las voces de Galileo Galilei, Isaac Newton, René Descartes y muchos otros hicieron que el dominio de las iglesias en la educación y los sistemas monárquicos de gobierno que definían su actuación en la “inspiración divina” poco a poco fueran perdiendo su hegemonía. El Antiguo Régimen tenía serias fisuras y se revelaba incapaz para subsistir con su anquilosado esquema, en un mundo con nuevas y desconocidas exigencias de manufactura, tecnología, economía, política, ciencia.
La educación pasó a procesos de revisión y empezó a tomar rumbos tecnicistas y a reclamar la reivindicación de los derechos humanos. Los hallazgos de las nuevas ciencias estaban incidiendo en la educación. “La escuela nueva rompe con el verbalismo retórico tradicional, con la formación coactiva del carácter a través de la disciplina, con el autoritarismo magisterial y la sumisa pasividad del niño, con la metafísica inmovilista y esencialista, y en su lugar se propone volcar la educación hacia la vida y la producción social”, decía J. Dewey.
En el transcurso del siglo XX confluyen diversos movimientos pedagógicos bajo el nombre común de “Escuela Nueva”, que agrupó a varios pensadores entre los que citamos al belga Ovidio Decroly, que impulsaba la globalización de la enseñanza a partir de los “Centros de Interés” de los niños; el francés Célestin Freinet que impulsaba la actividad y el trabajo en equipo en el salón de clases. El suizo Eduardo Claparede y la italiana María Montessori se pronunciaban por el respeto a los derechos humanos y la atención a los niños con capacidades diferentes.
A la luz de la reforma socio-económica y cultural denominada La Ilustración, detonada en Francia y adoptada rápidamente por Gran Bretaña y Alemania junto con la primera revolución industrial (la del vapor) la Escuela Nueva reivindica al niño, lo pone en el centro.
Sin embargo el aumento de la escolaridad no se reflejó en los pobres sino en la clase media, en los burgueses, en los habitantes de la ciudad. Voltaire, cuyo pensamiento sería adoptado como propio por la clase dirigente expresaba: “Creo que no nos entendemos sobre el asunto del pueblo, que usted cree digno de ser instruido. Entiendo por pueblo el populacho que no cuenta para vivir más que con sus brazos. Dudo que este orden de ciudadanos tenga jamás tiempo ni capacidad para instruirse (…) a quien hay que instruir no es al bracero, sino al buen burgués, al habitante de las ciudades”. De hecho, las reformas educativas de diversos estados europeos, inspiradas en la legislación escolar napoleónica, establecían un sistema escolar dual, con estructuras paralelas: los establecimientos, contenidos y maestros para la burguesía y las escuelas elementales para los pobres.
En general la Escuela Nueva, dice John Dewey, “rompe con el verbalismo retórico tradicional, con la formación coactiva del carácter a través de la disciplina, con el autoritarismo magisterial y la sumisa pasividad del niño, con la metafísica inmovilista y

esencialista, y en su lugar se propone volcar la educación hacia la vida y la producción social.”
El conocimiento, materializado en títulos universitarios, de alguna manera sustituía a los títulos nobiliarios, y representaba un arma poderosa en manos de la burguesía para firmar su supremacía sociopolítica. El ascenso de la burguesía daba cauce al nacimiento del Estado moderno y abría el paso a una nueva educación en la que el latín como vehículo instruccional cedía su lugar a las lenguas autóctonas y el alfabeto impreso favorecía el acceso al conocimiento de manera masiva.
El principal impulsor de la Escuela Nueva -ya lo hemos dicho- fue Jean Jaques Rousseau, quien consideraba que el hombre nacía libre y feliz, pero que se convertía en desgraciado a causa de las convenciones sociales que eran en realidad cadenas de opresión; era el defensor de la igualdad, preocupado por las desigualdades sociales. Para Rousseau lo fundamental era la formación del niño en el ambiente natural.
Otro personaje imprescindible de la “Escuela Nueva” es el pedagogo suizo Juan Enrique Pestalozzi, quien dedicó su vida a fundar y dirigir escuelas para niños pobres. Planteó con toda claridad la idea del desarrollo integral del niño y la importancia de la familia en la formación de la personalidad infantil. Fundamentaba la educación en el respeto y el amor hacia sí mismo y hacia los demás. Trabajó mucho en defensa del respeto a los derechos de los menos favorecidos para quienes reclamó en todo momento su derecho a la educación. Dado que trabajó en el momento del desarrollo industrial proponía que “la educación es el medio para lograr la dignificación laboral y la transformación social.” A Pestalozzi le debemos, de alguna forma, la creación de las escuelas rurales y la visión de ver la educación como una estrategia para acceder dignamente al trabajo.
7.- Las tendencias educativas del siglo XX
Durante el siglo XX continuaron presentándose diversas propuestas educativas con el propósito de renovar las prácticas de la escuela tradicional.
En esta riqueza de propuestas pedagógicas, algunas prosperaron y otras quedaron en la anécdota, pero vale la pena mencionarlas, porque de alguna manera todas están en la historia de la educación.
La escuela marxista. Está representada por Pavel Blonskij, A. V. Lunacharski y Antón Makárenko, quienes propusieron utilizar el taller y la fábrica como escuela de trabajo productivo para la sociedad. Makárenko trabajó hacia 1920 con muchachos huérfanos y delincuentes en las comunas de la posguerra “Máximo Gorki” y “1º de mayo”, y construyó una propuesta muy acorde con el sistema socialista en el que creía.
En tiempos recientes el francés Louis Althusser (uno de los críticos más fuertes del sistema capitalista occidental) analizó el papel desempeñado por la escuela como instrumento de perpetuación de las desigualdades sociales al inculcar el sistema de valores de las clases sociales dominantes.

La educación antiautoritaria. Es encabezada por el británico Alexander S. Neill, autor del famoso experimento de educación para la libertad -el niño puesto al nivel del maestro se desarrollaría a su modo y a su debido tiempo- denominado “Summerhill”. En 1921 alquiló una casa en Lyme Regis, Dorset (Inglaterra), a ella se trasladó con su esposa la doctora Neustatter y abrieron su escuela registrando solamente cinco estudiantes, a los tres años tenían ya veintisiete por lo que tuvieron que trasladarse a Leiston, Suffolk, ahí compraron a la que denominaron “Summerhill”. En 1944 murió su esposa y se casó con Ena con quien procreó a su hija Zoe. Al morir Neill en 1973, su esposa dirigió la escuela hasta 1985 en que se retiró para dejarla en manos de su hija Zoe.
La educación liberadora.- Fue encabezada por el pedagogo brasileño Paulo Freire, quien plantea una original propuesta de pedagogía del oprimido orientada a liberar a los pobres mediante un proceso de “concientización” (conocimiento crítico del mundo) para transformar la realidad social que lo rodea. Desde 1960 personalmente puso en práctica su método de alfabetización de adultos con excelentes resultados en Brasil, Chile y Uruguay.
La educación desescolarizada.- Fue impulsada por el austriaco Ivan illich quien estuvo en México hacia 1962. Su propuesta educativa va en el sentido de educar fuera de la escuela, en contacto con la realidad familiar, social y cultural en una especie de “escuela fuera de la escuela”, potenciando el aprendizaje informal y la relación del hombre con su medio: naturaleza, sociedad, trabajo, medios, etc. Aunque no arraigó en prácticas pedagógicas reales, esta teoría contribuyó al reconocimiento del poder educativo que tiene el entorno en el ser humano.
Bibliografía
Enciclopedia General de la Educación, Tomo 1 (1999). España: Océano.
Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Volumen 4 (1974). España: Aguilar.
Enciclopedia Práctica de Pedagogía, Tomo 2, La escuela (1988). España: Planeta.
Pedagogía y tendencias pedagógicas (2004). México: Rezza.

Nota de Nacho: Ismael Vidales Delgado es el actual director del Centro de Altos Estudios e Investigación Pedagógica del Estado de Nuevo León. Este trabajo me parece muy bueno por su calidad y síntesis. Ismael y yo fuimos compañeros de trabajo, él como director de Educación Media y yo en Investigación, Planeación y Desarrollo en la Secretaría de Educación y Cultura de Nuevo León, cuando fue secretario el Dr. Luis Eugenio Todd, quien antes fuera rector de la UANL, y luego representante de México ante la Unesco. Eso fue a finales de los ochentas.

No hay comentarios: