martes, 29 de enero de 2008

Escribí algo sobre eso del ser y la mexicanidad

SOBRE LA VAGA TRISTEZA ENJAULADA O DE COMO EL INGENIOSO HIDALGO DON HUEHUETEOTL ILHUICAMINA “THE THIRD” INTENTA DILUCIDAR LOS SECRETOS DE LA IDENTIDAD IMEKA GRACIAS A UNA MUY PECULIAR SABANDIJA SUBDESARROLLADA.☼

* POR: JESUS VACA CORTÉS.

E
n un lugar de la Mancha Urbana de cuyo nombre no quiero acordarme ocurrió esta historia, la historia de un sensible indito de los de lanza en mano que vivía con la tribu de los Imekas llamado Técpatl, posteriormente convertido a punta de patadas a la fe católica y bautizado por un malvado fraile español como Octavio Benedicto Fuentes-Monsiváis...

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Un día, bañado por implacables radiaciones ultravioleta, regresaba Técpatl del Tepochcalli número 16 incorporado a la Universidad de Xochicalco y por su mente todavía resonaban, viajaban, iban y venían las sabias palabras de su mentor Huehuetéotl Ilhuicamina, quien con voz firme y el dedo en alto había exclamado:

- “Somos como el axolote. Somos los grandes decrépitos agobiados por antiguos sueños, incapacitados por siempre para la esperanza, sepultureros del futuro. El Arbol de la Vida no tendrá más primaveras, su madera está reseca; con ella se construirán las tumbas para nuestros huesos, nuestros sueños y nuestros dolores”...


Y aunque el humilde Octavio, Tabito para sus cuates, había entendido mucho menos de la mitad de aquel profético discurso, sentíase inclinado por saber más, conocer por qué el erudito tlamatini Imeka había osado comparar a él y a todos los de su orgullosa nación con aquella especie de animal que, decían, vivía por el lago de Xochimilco y que sólo pocas personas habían tenido el gusto de toparse con uno. Otros tantos, los que en un arranque de hambre - muy frecuentes por aquellos lares - habían devorado un espécimen perecían entre extraños arranques de alegría, depresión, pesimismo y euforia, todos a la vez, vociferando relatos extraños que hablaban de un pueblo poderoso que allende el Norte iba a conquistar la gran ciudad Imeka y a poner su estandarte con 50 estrellitas blancas justo en la punta del Templo Mayor.


El animalillo se nombraba vulgarmente Abystoma Urodeles Salamandroidea pero Tabito, recordando sus clases de Criptozoología IV prefería llamarle científicamente axolote.

El axolote era raro, indescriptible, unos decían que era un pez, otros una culebra con patas y hasta hubo un Gran Emperador que sexenios atrás, en un fugaz arranque de elocuencia, había dicho que no era ni un pez, ni una culebra, ni un ratón sin patas sino todo lo contrario. (Para los estudiosos que gustan de acumular datos curiosos el nombre del Tlatoani era Luixtli Echeverriatzín). En fin, dicho ser era maravilloso y repugnante, tímido y valeroso, enigmático y predecible, primitivo y moderno, vivía en un aletargamiento tal que parecía no se había dado cuenta - o no le importaba - que ya se habían inventado; la Teoría de la Evolución; las Leyes de la Dialéctica; los cafés para intelectuales y la Etnopsicología, y así como se le encontraba en las partes fangosas de Xochimilco o Chalco podían aparecer en el fondo de las barricas del pulque, - en estos casos era indispensable poner con urgencia pies en polvorosa pues entonces eran bravos como Caballero Aguila y perseguían a su desafortunado descubridor por cientos de metros lanzando fuertes chillidos espeluznantes-, (cuando no se encontraban bajo el influjo del néctar de los dioses, eran tiernos, sumisos, nerviosos, calladitos y podían ser manipulados sin la menor oposición).

El batracio, u lo que fuese, sorprendía también por su singular anatomía ya que reunía rasgos femeninos y masculinos, expresivos e instrumentales (como dicen los que dicen que saben). A la vez que parecía un pene erecto, las axolotas dibujaban una vulva exactamente igual a la de las mujeres Imekas. Parecía tener siempre una mascarita sonriente, aún antes de ser masacrado o engullido y llevaba en su mirada una mezcla de inocencia y odio, aparentando querer decir algo; algo que nunca dijo cuando los animales hablaban y entonces era demasiado tarde.


Asimismo, Ilhuicamina Tercero habló al pequeño Técpatl de un antiguo Congreso de Sabios donde el tema principal fue El Axolote y la Medicina Genómica –“Se pensaba que esta criatura extraña - dijo pausada y roncamente - nunca había cambiado, que era, había sido y seguiría por siempre así, estática, inmutable, resistente, tristísima, pero la delegación de un lejano lugar más allá del agua azul conocido como Galia esa vez nos sorprendió al mostrar unos axolotes que les fueron obsequiados años atrás. Estos bichos puestos en circunstancias ecológicamente más favorables se metamorfosearon en una forma de vida filogenéticamente superior, más adelantada”- sentenció Huehuetéotl.
Fue en ese instante cuando prendíose un tizón en la cabeza de Fuentes-Monsiváis y comprendió que el gran mentor utilizó una de sus originales metáforas para describir a la raza de los Imekas a través de aquel mitológico ser. Raudo corrió de nuevo hacía los pasillos del Tepochcalli No. 16 y allí, sentado en una confortable piedra encontró al maestro leyendo un códice de Budismo Zen...

- ¡Oh, gran tlamatini!, por fin he descubierto la sabiduría de tú corazón expresada por tu voz, por tus palabras, pero dime: -¿Cómo podremos comprender nuestras raíces, eso que a todos los Imekas nos une y nos da identidad a través de tu analogía entre nuestro pueblo y el axolote? -

- Escucha pequeño Técpatl, investigar nuestras raíces, eso que nos identifica, es como perseguir un axolote cuyos rastros están sólo en la mente de los cazadores - finalizó el sabio×.

F I N.





☼ TEXTO INSPIRADO, EN PARTE, POR
“LA JAULA DE LA MELANCOLÍA” DE ROGER BARTRA.


* Correo electrónico: jvc.vaca@gmail.com

1 comentario:

Margarita Romero dijo...

Eso de la sabandija subdesarrollada me recuerda a una personita que se coló como personaje a uno de mis trabajos, ojalá algún día lo pueda ud. ver.